Una visión sobre el perdón

Una visión sobre el perdón

Una visión sobre el perdón.

El único perdón por el que realmente debemos trabajar, es el perdón a nosotros mismos.

Esto no quiere decir que no debemos actuar con lo que se nos presenta, quiere decir, que lo que se nos presenta, lo que experimentamos y creemos que vivimos es lo que nos conduce a dicho perdón.

El perdón de Dios, podríamos decir que no existe, ya que Dios no tiene nada que perdonar, porque no percibe los pecados de la manera que nosotros lo percibimos.

Desde esta perspectiva, el hombre sólo ha elegido el camino erróneo, por ello debe volver a elegir el camino correcto, no teniendo que perdonar nada, sólo espera que se haga la elección correcta con una paciencia infinita y eterna. Estamos ante el Amor de Dios en lugar del perdón de Dios.

¿Qué padre no ama a su hijo?

Dios no tiene nada que perdonar a su hijo porque no ve pecado en él, para Él su hijo continúa allí en su hogar, siendo lo que siempre es, un ser impecable (libre de pecado), que temporalmente está dormido y que debe despertar para regresar a casa.

En definitiva Dios no perdona, porque en el cielo no existe tal dualidad, todo es perfecto e impecable, todo ES.

Una analogía de esta situación es cuando Jesús dijo: “Si quieres ser como yo, te ayudaré, pues sé que somos iguales. Si quieres ser diferente, aguardaré hasta que cambies de parecer”.

Dios está esperando a su hijo, sin castigo ni perdón, en esa espera pone a disposición herramientas que le ayudan al hijo a trascender sus situaciones para despertar.

Nuestra separación mental nos aleja del pensamiento de Dios, porque está enfocado hacia su opuesto. Esta es la perspectiva que debemos cambiar.

Todas las situaciones que vivo y experimento son parte de esas herramientas y nos brindan la posibilidad de cambiar.

Las personas con las que me cruzo, la familia directa y no tan directa. Ellos representan infinitas posibilidades de sanar, de despertar cambiando nuestra dirección del pensamiento.

Dios está esperando, pero no es una espera temporal, no corresponde al tiempo, ya que es una percepción dual.

El tiempo solo existe en nuestra percepción, existe porque creemos en él y creemos que debemos venir una y otra vez para crecer.

Podemos venir miles de veces, considerando que encarnamos entre 2 o 3 veces por cada 200 años, pero todo esto es una percepción nuestra, originada en el pensamiento inicial de separación.

Entonces, ¿cómo queda la ecuación?

Ahora Dios queda fuera de la ecuación del perdón, con lo cual no debo hacer nada para esperar el perdón de Dios y mucho menos tener sentimiento de culpa hacia Él.

Ahora sólo queda lo físico, mi mente y sus creencias en el espacio y el tiempo.

Esto no quiere decir que no exista la forma, cuando llevamos toda una vida o mejor dicho muchas vidas creyendo en ello. Toda la realidad que percibes está íntimamente relacionado con tus creencias.

Se trata de creerlo, pero sólo como una herramienta para trascenderlo.

En un mundo con un pensamiento rutinario y estático de dualidad y separación, sus propios principios son limitantes para la expansión del AMOR, ya que siempre estará latente la “duda”.

El perdón que es el tema a tratar, si esperamos que venga desde algo externo a nosotros, estaremos pensando de forma separada y con un juicio de por medio.

Porque si es el otro quien tiene que perdonar, quiere decir que mis actos siempre fueron los correctos y los del otro no, por lo tanto, es evidente que estoy pensando de forma dual, yo tengo razón, el otro no.

Desde esta perspectiva tampoco el otro es quien tiene que perdonar.

Ahora si quitamos a Dios de la ecuación, a mi hermano también,

¿qué es lo que nos queda?

Solo quedas tú.

Así sólo el perdón es posible si me perdono yo, hablamos del perdón verdadero.

Ante las creencias en que nosotros vivimos estas experiencia, es evidente que para materializar la situación debemos incorporar al «otro» en la ecuación.

Perdonar a mi hermano, por lo tanto, implica que yo no veo pecado en él, y por ende, no veo pecado en mí y así mi mente cambia la forma de percibirlo.

Si un hermano te ataca y respondes, estás percibiendo con la mente egoica.

Si un hermano te ataca y no respondes quiere decir que estoy viendo en él su santidad, ya que no veo pecado, solo veo un hermano que está pidiendo ayuda para corregir sus pensamientos y por ello su percepción.

Que hace el perdón

El perdón te permite comprender que lo que pensaste del otro nunca sucedió.

El perdón no perdona, porque si perdonara pecados les estaría otorgando realidad. No perdona porque nunca hubo pecado, simplemente un error de percepción, y así todos los “pecados” quedan disueltos y “perdonados”.

El pecado es una falsa idea de tu hermano, el perdón descarta la falsa idea y la corrige.

El pensamiento que no perdona es aquel que emite un juicio sin ninguna duda, a pesar de ser falso. Así la mente se cierra en dicho pensamiento, quedando presa de la creencia que debe proteger cada vez más y más, generando distorsiones más sutiles y turbias y sin posibilidad de ser puestas en duda y cada vez más alejadas de la razón.

El camino hacia el objetivo de un pensamiento que no perdona es móvil, puede variar dependiendo de las circunstancias que se le presenten.

El pensamiento que no perdona hace muchas cosas:

  • Busca un objetivo frenéticamente, sin importar lo que se interpone en su camino.
  • Su propósito es distorsionar, con el objetivo de llegar a su objetivo.
  • Destruye la realidad, por el simple hecho que contradice su punto de vista.
  • Es inquieto y furioso.

El perdón es tranquilo y sosegado. No tergiversa la realidad en busca de sus gustos, observa, espera y no emite juicio.

Aquel que no perdona se ve obligado a juzgar, porque tiene que justificar lo que no ha perdonado.

Aquel que se ha de perdonar a sí mismo tiene que aprender a recibir la realidad tal como se le presenta.